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BORIS DURANDEAU STEGMANN, nace en Santiago de Chile en 1967, fusiona versos con pintura, dibujo y fotografía. Entre sus obras están “Tránsito a lo Divino”1994, “Bajo Tu Sombra”(2000) y "Canto Bipolar" 2006>























"Tránsito a lo Divino"











Referencias bibliográficas


  • El Poeta vs. El Profeta

           Tránsito a lo Divino; pequeño y gran libro de poesía de Boris Durandeau Stegmann, escrito en 1994. Los poemas se inspiran en una vivencia personal del autor en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, adaptados por el jesuita chileno Rolando Almendras Caro S.J.(Q.E.P.D. Nov. 1994). Los versos van acompañados de ilustraciones en tinta del mismo autor, que develan la profundidad de lo inefable. Lo visible e invisible es uno. Poesía y dibujo integran materia y alma, lo humano y divino, como realidades únicas. La voluntad personal y la divina se entrelazan a destinos insospechados. Por la época, podria catalogarse como una obra post moderna de fines del Siglo XX; sin embargo, más parece una vuelta original al barroco, sin el terror de la Contrareforma, en que el cielo y Dios irrumpen en la arquitectura personal. La voz literaria es valiente y profética, increpa directamente a la divinidad, en una cultura en que Dios ha muerto, por falta de fe, o por reducir ésta a lo meramente ritual, en que se disocia la persona y Dios, construyendo vidas centradas en algún tipo de moral excluyente - centrada sólo en lo social, sexual, etc- . Se castiga la naturaleza del amor humano y la vida misma, se cierra los ojos a nuestra humanidad, dándole la espalda a Dios, dejándolo ausente o convertido en un mamarracho. Es ahí que el poeta Durandeau, va con inocencia y profundidad, uniendo los pedazos de ese Dios, diseminados, en la historia de la cultura, por el poder ciego de las mismas religiones o la soberbia de la ciencia, que olvida el misterio.

MAURO KALULE






  • Palabras del Editor


      "En medio de la vorágine de textos extravagantes, textos que pretenden torcerle el cuello al cisne lírico, empleando vocablos soeces, exabruptos, voces de la cloaca… convencernos que hay algo así como un modernismo en el arte. Naturalmente, sabemos y no renunciamos al conocimiento de ello, que toda época ingresa, con su bagaje de circunstancias, al quehacer humano; y, evidentemente, también a la creatividad estética. El lenguaje adquiere certificado del tiempo y es preciso aceptarlo. Sin embargo, al mismo tiempo, el rigor permanente que debe conducir al mensaje de la belleza, tanto de la voz, el pincel, el buril, el martillo con el cincel, el escenario y toda otra manifestación que ingresa a la zona del placer espiritual, impone reglas de naturaleza general y permanente. Son reglas que se hermanan con el orden biológico. Al igual que es improcedente hacer del hombre mujer o de mujer hombre –pretensión de cierta tendencia que, equivocadamente, denominan “unisex”-, en el Arte, desde los primeros balbuceos del Homo Sapiens, la tendencia era, es y será, un alerta al alma, una salida de lo cotidiano hacia las alturas de la superestructura de la fatiga diaria. Si no lo hacemos así, lo que realizamos es un proceso de continuación del sudor que Dios nos endilgó por los pecados cometidos por Adán y Eva. Con la belleza .intención de abandonar, por momentos ese sudor –nos deleitamos, en las alturas, amamos, experimentamos un goce divino y comprendemos que hay algo que habla de un sentido de vida, más allá de las fatigas obligadas.



           Con las palabras precedentes, deseo establecer el principio inamovible para mi entender, sin la impresión de imponerlo a los demás. No creo en las consignas así llamadas “modernas” o “posmodernas”, que dictan cátedra de que “todo vale”. Para mi modo de pensar, no hay tal. Vale lo que no hace falta pensar torcidamente; lo que entra en nosotros como un elemento de afecto, de placer o de comprensión estética. Es efectivo que que no toda obra de arte entrega la totalidad de sus secretos al montón de individuos que la percibe. Para ello existen los hitos valóricos que hablan a cada uno en su nivel sensible o endendible. Pero, indudablemente, hay un denominador común que nos dice”me gusta, no sé por que”. Otros, sí, saben por qué…

Pasemos, pues, a Boris Durandeau y su reciente libro “Tránsito a lo Divino”. Respondiendo a lo aseverado más arriba, creo ver en los poemas de este libro una secuencia de voces y conceptos que nada tienen que ver con las audacias destempladas. Durandeau no se priva de términos que consideramos atrevidos; pero sólo como aportes al texto integral y no como elementos de sensación o de sorpresa. Todo en él fluye con la gracia de la inspiración o de la intuición , como se dice hoy en lo teórico:

"El átomo amoroso
es más constructivo que el plutonio
potente como el sol y los planetas

El átomo amoroso
es tan insignificante como el extremo de mi pelo
tan grande como el contraste entre el día y la noche


El átomo amoroso
es bello como el óvulo al contacto del semen
Un misterio de la conversión interior"

          Se trata de un poema, además de lírico, de una proyección simbólica en lo que respecta a la partícula. O al universo amoroso. Durandeau nos informa de la ambigüedad en que el Hombre ubica al amor. Una dirección,que actualmente está en boga y que, peligrosamente, nos conduce al hacia una espiritualidad mayor aún en retorno animal común, de donde partimos antes del discernimiento de Adán en el momento de probar el fruto del bien y del mal; circunstancia que lo llevó a la separación del resto de los mamíferos y demás bestias; la otra senda vela por avanzar hacia una espiritualidad mayor aún en el sentimiento afectivo, insertando al aspecto físico, reproductor y placentero (un ansuelo natural que incentiva a la conservación de la especie), en el proceso como una culminación elevador y no de abaratamiento. El poeta compara al acto amoroso a la grandeza del sol, a la potencia del átomo, a los planetas... En cambio, suponemos que, al ingresar al contexto que nos invitan la liberalidad expuesta en los medios de comunicación –en especial el más poderoso de ellos, la televisión – deviene en algo tan insignificante como la punta del pelo...

Un poema breve, como las más de los orientales – Jai Kai japoneses, Omar Jayam o Gibrán Jalil- ; no obstante ser de una belleza y significación excelentes. Leamos otro de los pensamientos poéticos de Boris Durandeau:

“Oh Dios
No me quieras en extinción
Llámame a estar atento”


         La idea se halla en el mismo universo defensor de la condición humana superior. Es preciso estar alerta ante la corriente de aguas denigrantes que pretenden arrastrar al hombre total; a su moralizadora y de permanencia en comunión con Dios, hacia el mar de las confusiones cavernícolas. El peligro es enorme y nuestras fuerzas insuficientes para atajarlo. La alerta se impone; y con ello la acción creadora.


         El libro en mención contiene, en sus páginas, un amplio conjunto de poemas cuyo valor lírico entra en la arena de la originalidad, sin padrinos a seguir y sin caídas. Es preciso mencionar el denominado “Desperfecto”,donde el vate establece la premisa de unión entre el nacimiento y la muerte física del ser humano; declara la permanencia del espíritu por sobre el gusano terrestre... Más allá, como hombre de fe y al estilo de Graham Greene, establece un diálogo con , en franca rebelión ; pero con la prudencia de saberse derrotado por la potencia celeste. Lo hace con el propósitio de afirmar la adhesión divina. Estamos hablando del poema “Colisión” y otros.

         No cabe duda alguna que el libro “Tránsito a lo Divino” requiere mayor extensión comentaria, por su conjunto de valencias. Pero nuestras fuerzas llegan hasta aquí, esperando que otros lectores y conocedores digan mayores evaluaciones acerca de la obra. Sólo es preciso agregar un elogio para las ilustracionesque el mismo autor diseñó y trazó para el volumen. Son bellos e interpretativos del texto".


EFRAIN SZMULEWICZ

DISCURSO DE PRESENTACION DEL LIBRO TRÁNSITO DE LO DIVINO EN EL CENTRO CULTURAL DE LA REINA (14-09-94)







Título Tránsito a lo Divino

Autor Boris Durandeau

Editor Ediciones Rumbos, 1994

N.º de páginas  59 páginas

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